Hoy que ha amanecido un día tan
espléndido y con tanto sol después de las nubes gris quiero contar
una anécdota personal. Recuerdo que cuando iba a primero de escuela,
hace ya bastante de esto, la maestra nos dejaba que los días de
lluvia los dedicáramos a dibujar, algo que siempre me apasionó. De
hecho aún conservo en mi memoria algunos de aquellos dibujos
infantiles.
Así que cada mañana, lo primero que
miraba al levantarme era cómo estaba el día, levantaba la persiana
y miraba al cielo, si estaba soleado bien, pero cuando estaba
lloviendo o por comenzar a llover, entonces ese día comenzaba a ser
especial. Desayunaba mucho más rápido y aún tenía más ganas de
llegar a la escuela.
No sé si es por aquellos recuerdos de mi
infancia, pero lo cierto es que mi atelier tiene vista a la calle y
los días de lluvia las gotas hacen carreras por las ventanas. El
sector de taller tiene el techo de chapa y me parece que los
visitantes van cayendo del cielo.
Ahora pienso en esa frase que habla
sobre que la vida es danzar bajo la lluvia, y me parece que yo
aprendí a “danzar” cuando aprendí a dibujar, y aprendí a
dibujar cuando aprendí a escuchar el ritmo de la lluvia. Por eso
para mí son tan especiales los días de lluvia ¡me llevan tan cerca
del principio!